los emprendedores no creemos en los emprendedores
En todos los foros, eventos, conversaciones y hasta argumentarios de ventas, los emprendedores decimos que tenemos una ventaja competitiva respecto a las grandes organizaciones: más agilidad, más innovación, atención más personalizada… y creo que en cierto modo es verdad y nos lo creemos. Un emprendedor y más con un enfoque start-up, puede ir rápidamente a un nicho de mercado y ser muy eficiente en él, ofreciendo algo que otros no son capaces. Incluso en sectores más tradicionales un emprendedor puede innovar en servicios, en procesos… en definitiva en lo que ofrece, y diferenciarse por ello.
Esta diferenciación debería, por tanto, ser motivo de orgullo, y remarcarla como lo que nos hace más competitivos. En cambio ¿qué hacemos?. Llegado cierto momento de «prosperidad» empezamos a contar los clientes grandes que tenemos, cuánto más grande mejor, y si es oficial o un ministerio aún mejor. Nada de decir a qué pequeña empresa, emprendedor o similar ayudamos. Empezamos a presumir de lo contrario de lo que somos.
Llegado ese punto decidimos crecer, ir a empresas más grandes e intentar convencerles. ¿Con nuestra ventaja como emprendedores,? no, con nuestras «buenas referencias» de otras grandes empresas. Y tampoco apreciamos valor en otros clientes como nosotros, que nos pueden sumar mucho más y mucho más rápido que ese «grande». Automáticamente nos hemos metido en una competición donde somos los últimos y los peores. Hemos perdido nuestra diferenciación.
Lo mismo a la hora de llegar a acuerdos con otros, buscaremos juntarnos con «el grande» o en el mejor de los casos promovemos un agrupacionismo bien intencionado, que nos muestre más parecidos a la gran organización que no somos. Si logramos escapar de todo esto, presumiremos del número de empleados, de los metros cuadrados de oficina o de su ubicación. Seguramente no del valor generado por cada trabajador o de las ventajas del teletrabajo o de la flexibilidad de equipos pequeños. Cuando huimos de los títulos o sellos de calidad que consideramos atrasados, tardamos poco en generar nuevos títulos o sellos que consideramos mejores, simplemente porque los hacemos nosotros, pero somos incapaces de innovar en la forma de demostrar valía. De nuevo queremos hacer cosas nuevas usando las mismas métricas de siempre.
Aquel emprendedor que encuentra cómo ser mejor que los demás por un nuevo camino no debería perderlo, las particularidades que le hacen competitivo no debería abandonarlas, y debería unirse y rodearse de otros que son como él y multiplican su valor. Tampoco debería cambiar su discurso en función de cómo le va, si realmente cree en los valores propios de su empresa, le irá mejor manteniéndolos públicamente.
Como toda generalización el título no es del todo cierto, hay quienes mantienen «la frescura» en el crecimiento y en el tiempo, pero como reflexión creo que todos los emprendedores deberíamos pensar en cuál de las dos maneras nos hace más competitivos. La primera reacción es decir «yo no hago eso», pero os pido un momento de reflexión. Yo mismo puedo poner ejemplos de todos esos errores que he cometido y sigo cometiendo, pero cada vez que me doy cuenta, trato de volver un paso atrás, que el fondo es un paso hacia adelante.
No quiero cambiar el mundo, ni demostrar que hay que acabar con uno u otro sistema. Tampoco quiero ser pequeño toda la vida, obviamente quiero crecer, pero manteniendo las cosas que me hagan crecer. Simplemente creo que es más inteligente para los emprendedores tener claro qué somos, qué nos diferencia, y utilizarlo. No soy idealista, trato de ser práctico y buscar lo que me hace mejor.